BOLIVIA, 10 Sep (EUROPA PRESS)
Las emisiones de metano, un gas efecto invernadero altamente potente, se dispararon en los últimos cinco años a un ritmo sin precedentes, poniendo en jaque los esfuerzos globales para combatir el cambio climático. Así lo revelaron investigadores en dos importantes estudios publicados recientemente en las revistas científicas Environmental Research Letters y Earth System Science Data, ambos respaldados por el Global Carbon Project y liderados por Rob Jackson, científico de la Universidad de Stanford.
Según el análisis, las concentraciones de metano en la atmósfera son actualmente más de 2,6 veces mayores que los niveles preindustriales, los más altos registrados en los últimos 800.000 años. Este incremento continúa alineándose con los escenarios más extremos planteados por los científicos del clima, llevando al planeta hacia un calentamiento que superaría los 3 grados Celsius hacia el fin de siglo. Jackson, destacó la urgencia del asunto, comparando los objetivos del Compromiso Global del Metano con "un oasis en el desierto" y manifestó su esperanza de que no se conviertan en un espejismo.
El metano, que puede calentar la atmósfera casi 90 veces más que el dióxido de carbono en sus primeros 20 años en la atmósfera, proviene tanto de fuentes naturales como de aquellas originadas por el ser humano, incluyendo la agricultura, la explotación de combustibles fósiles y los vertederos. A pesar de las políticas enfocadas en reducir sus emisiones, estas aumentaron en 61 millones de toneladas o un 20% en las dos últimas décadas. Solo la Unión Europea y posiblemente Australia lograron disminuir sus emisiones derivadas de actividades antropogénicas.
Para el año 2020, casi 400 millones de toneladas de metano (representando el 65% del total global) emanaron directamente de actividades humanas, con la agricultura y los desechos siendo los mayores contribuyentes. Este incremento de emisiones, según Marielle Saunois de la Universidad Paris-Saclay, fue especialmente notable en China y el sudeste asiático.
El confinamiento pandémico en 2020 llevó a un descenso en las emisiones de óxidos de nitrógeno relacionadas con el transporte, influyendo curiosamente en una reducción temporal de la capacidad de la atmósfera para descomponer el metano. Esto, según Jackson, demuestra la compleja relación entre la calidad del aire y el cambio climático, siendo un área que aún requiere de mayor investigación.
El Global Carbon Project, además, ha ajustado su metodología para estimar las emisiones de metano, considerando ahora el impacto humano en fuentes previamente clasificadas como naturales, como por ejemplo, los embalses. Jackson destacó que estas emisiones resultantes de actividades humanas son tan directas como aquellas de la ganadería o la producción de petróleo y gas.
Este estudio surge en un momento crítico, tras un verano marcado por severas condiciones climáticas y olas de calor, mostrando las dramáticas consecuencias del cambio climático. Los investigadores enfatizan que, habiendo ya alcanzado un aumento promedio de 1,5 °C en la temperatura global, apenas estamos empezando a enfrentar las severas consecuencias de este calentamiento, advirtiendo sobre la urgente necesidad de acciones concretas para mitigar el avance del cambio climático.