BOLIVIA, 16 Aug (EUROPA PRESS)
Caracas, Venezuela.- En un firme rechazo a las sugerencias internacionales sobre la posibilidad de organizar una nueva jornada electoral, el presidente Nicolás Maduro defendió este jueves la "soberanía" de Venezuela y su capacidad de solucionar internamente las controversias surgidas tras los comicios del 28 de julio. La respuesta de Maduro llega después de que los mandatarios de Brasil y Colombia plantearan una segunda elección para abordar las denuncias de fraude.
"Los conflictos que hay en Venezuela de cualquier característica se resuelven entre los venezolanos, con sus instituciones, con su ley, con su Constitución", declaró Maduro ante los medios, subrayando que son los "poderes públicos de Venezuela" quienes tienen la última palabra. El mandatario comparó la situación de Venezuela con eventos electorales en Estados Unidos y Brasil, enfatizando que las disputas se solucionaron internamente en dichos países.
En cuanto a la relación con Colombia, Maduro aseguró mantener un buen entendimiento con el presidente Gustavo Petro, y se comprometió a evitar "la diplomacia de micrófono". También evitó hacer comentarios sobre cómo el país vecino debería manejar su conflictiva situación de seguridad, que según él, "está terrible, cada vez peor".
La polémica se extendió a Estados Unidos, donde una primera declaración del presidente Joe Biden apoyando la repetición de las elecciones en Venezuela fue rápidamente rectificada por portavoces del gobierno, aclarando que había habido un malentendido. Maduro aprovechó este incidente para criticar la "diplomacia imperial intervencionista" de Washington, cuestionando la coherencia en la gestión de la política exterior estadounidense.
"El presidente Biden declaró de manera intervencionista sobre los asuntos internos de Venezuela que solo nos competen a los venezolanos", concluyó Maduro, expresando su asombro ante la discrepancia entre las declaraciones del líder estadounidense y las subsiguientes aclaraciones por parte de su gobierno. Este hecho abrió un debate acerca de quién tiene el control real sobre la política exterior de Estados Unidos.